Publicado el 30 de Abril de 2013
A los actores nos queda el arte de la palabra y poder transmitir eso al espectador
Es un duelo entre dos personajes: un tío que lleva mucha mochila en su espalda, que se presenta para presidente y tiene que pedir un encargo a un joven delfín del partido que, en principio, continúa creyendo en la política. Es un juego de espejos en el que nadie es lo que aparenta.
El teatro siempre es una buena herramienta. La gente está saliendo a la calle porque empezamos a estar un poco hartos de lo que está pasando. Emilio y yo tenemos la suerte de poder decir este texto cada noche y de hacer una reflexión en torno a todo lo que está pasando.
Siempre lo es. Al final uno se tiene que enfrentar a sí mismo y a las preguntas que se hace como individuo. Si a cualquier persona que pasa por la calle le das un micrófono y le dejas opinar, tendrá algo que decir. En ese aspecto, Emilio y yo contamos con un gran texto que habla por nosotros.
¿Los actores? (risas). Nos queda el arte de la palabra y el poder transmitir eso a los espectadores. No sé si se puede considerar un poder o no.
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