Revista teatros

 “Reconozco una gran parte de Cyrano en mí, la siento, la he vivido en mi tiempo y en mis frustraciones”. Con semejante declaración, podíamos esperar una de las mejores interpretaciones de la carrera de este actor maño muy popular por sus trabajos en TV –“La que se avecina”–, cine –“Fuga de cerebros”– y teatro –“Si la cosa funciona”–... Acompañado en escena por Ana Ruiz, Álex Gadea, Javier Ortiz, Carlos Heredia, Rocío Calvo y Ricardo Joven, José Luis Gil encara su último mes en la piel de Cyrano, mítico personaje con el que lleva meses desatando verdaderas ovaciones en el Teatro Reina Victoria, justo antes de emprender una esperada gira.

Y por fin… Cyrano. ¿Qué significa este proyecto para usted?

Interpretar al personaje del que me enamoré con 12 o 13 años. No es que fuera un reto para mí, pero siempre me había despertado mucho interés. Coger esta oportunidad me ha hecho cumplir un sueño que, quizás, ni siquiera sabía que tenía.

¿Qué factores diferencian esta versión de Carlota Pérez Reverte y el también director Alberto Castillo-Ferrer?

Queríamos hacer una versión diferente y especial, pero que fuera lo más pegada al original francés. El resultado ha sido una pieza tremendamente teatral en la que hacemos de todo: tocamos la farsa, el espectáculo de canciones, la comedia del arte, mucha verdad y, todo, de manera fluida.

¿Cómo define a este Cyrano de Bergerac que interpreta?

Es un personaje que parte mucho de la honradez, la sinceridad. Yo hago este recorrido con él, me meto en su ropa y vivo ese amor olímpico que es el motor de su vida. Quitando lo fanfarrón que puede ser en ciertos momentos y su petulancia, que lo hace aposta, estamos ante un personaje de tremenda honestidad.

Si José Luis Gil pudiera hacerle un comentario, un consejo o un simple apunte a su Cyrano, ¿cuál podría ser?

¡Destruiría a Cyrano…! Me lo cargaría. Es un personaje tan intensamente querido, que la pena es que no se despoje de ese prejuicio físico que le mutila tantos sentimientos. Yo le reprocharía mucho ese miedo al rechazo, pero claro, entonces no tendríamos Cyrano (risas). Esta fragilidad es, sin embargo, lo que más me motiva de él.

En su opinión, una de las escenas más memorables de esta pieza es…

¡Tiene tantas…! Lo bueno de “Cyrano…” es que, desde que empieza, te va metiendo en pequeños submundos donde no hay puntada sin hilo. ¡Cada verso tiene algo interesante! Y cada una de las cosas que transcurren tienen un valor y una importancia vital. Pero quizá me quedaría con el final, cuando se convierte en el Quijote que tanto adora, en su pequeña locura y en el rendir cuentas a sí mismo, a todo lo que ha sido su vida. Me parece un broche final de oro muy pegado al drama, después de haber trascurrido por tanta comedia, ironía y situaciones casi de vodevil.

Para usted, una de las peculiaridades que más le ha conquistado de Cyrano es…

Su penacho. Él lo refleja todo en su sombrero, en la particular manera de ponérselo, con sus tres plumas. Es una manera muy personal de identificarse, de sentirse orgulloso. Su penacho refleja su lealtad e incluso su amor. Esta versión le da la importancia que tiene.

¿Qué planes artísticos tiene a la vista?

Aparte de “Cyrano...”, terminamos ahora de rodar la nueva temporada de “La que se avecina” y, en otoño, se estrenará “Miau”, una película que grabé junto a Manuel Manquiña, Luisa Gavasa y Álvaro de Luna en mi tierra, basada en una novela de un autor también aragonés –Juan Luis Saldaña–. ¡Y gira nacional con Cyrano después del verano!