Publicado el 31 de Enero de 2018
Hay tantos géneros como personas. Cada vez tengo más claro que el género es una convención cultural
Es la historia de Mario, un transexual con un dolor que todos podemos sentir en un momento dado. Habla sobre todo de saber quién es uno.
A cuatro personajes que van apareciendo en la vida del protagonista. Tres de ellos pertenecen a la infancia de Mario –su hermano pequeño, su primo y su padrino– y a Dorín, una transexual que es una maravilla de personaje.
“Lo importante no es sólo que te vean, sino que te vean como tú quieres que te vean”. Es una frase de Dorín bastante heavy que me encanta. Y otra: “En los pequeños detalles habita un mundo”.
¡Hay tantos…! Es una función en la que el personaje va teniendo un ‘darse cuenta’ todo el rato. A Mario le van cayendo las fichas de quién es, dónde está, de lo que es el mandato familiar y social que tiene tan arraigado. Es muy bonito y necesario que todos nos preguntemos quiénes somos.
Mucho. Para mí, hay tantos géneros como personas. Cada vez tengo más claro que el género es una convención cultural. Otras culturas que desde la nuestra judeo-cristiana hemos aplastado –como por ejemplo la de los indios del norte de América– reconocían más de cinco géneros en sus sociedades. He aprendido a no poner etiquetas, a sentirme más libre, más persona, a intentar oponerme a este heteropatriarcado tan fuerte y tan arraigado en nuestra sociedad.
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