Publicado el 01 de Marzo de 2019
Entrevista a María Hervás por Jauría
Obra: Jauría
“Jauría” es una espectacular oportunidad de sanación colectiva
El Pavón Teatro Kamikaze apuesta por un interesantísimo programa doble de Teatro Documento que fundamenta su dramaturgia alrededor de sendos hechos reales. Jordi Casanovas firma “Port Arthur” y “Jauría”, un interrogatorio policial que trata de esclarecer una matanza acaecida en Australia frente al juicio por violación de La Manada. David Serrano y Miguel del Arco dirigen dos textos que reúnen sobre las tablas a dos elencos cargados de talento y compromiso: Javier Godino, Adrián Lastra y Joaquín Climent y Fran Cantos, Raúl Prieto, María Hervás, Álex García, Ignacio Mateos y Martiño Rivas. Ponemos cara a cara a dos de sus protagonistas.
¿Qué es “Jauría”, cómo definiría esta pieza?
“Jauría” es una ficción documental sobre el juicio del caso de ‘La manada’.
Una pieza de teatro verbatim escrita por Jordi Casanovas que pretende generar un lugar de verdadera reflexión, más allá de la que pueda haber supuesto el juicio de la prensa, el social, el propio juicio judicial. Otro lugar de reflexión particular de cada uno de nosotros sobre algo tan complejo como lo que allí sucedió y que no sólo tiene que ver con la particularidad de ese hecho, sino con un caldo de cultivo que está todo el rato borboteando en nuestra sociedad.
Con la localización en cada uno de nosotros de un sistema erróneo de una sociedad patriarcal que configura la moral de nuestra sociedad.
¿En qué heridas mete el dedo?
En la complejidad de ser feminista en una estructura que está históricamente armada por hombres. Y cuando digo ser feminista no estaba hablando de ser una mujer feminista, sino de la complejidad de ser un ser humano feminista y cuando hablo de feminismo me limito a la mera definición de igualdad de derechos y de libertades para hombres y mujeres.
En definitiva, la complejidad que supone tratar de ser un ser humano feminista, que lucha por la igualdad de derechos y libertades, habiendo sido todos y todas educados en una sociedad creada por hombres históricamente.
Tenemos un montón de puntos de vista y de ideologías aprendidas que ni siquiera las tenemos localizadas, porque las damos por normales, que no son propias de la libertad de todo ser humano, sino que verdaderamente parten de una mirada masculina que no mira a partes iguales a nadie más que a los hombres.
En la propia función y en los ensayos, yo, que me considero feminista, abierta, he localizado puntos de vista míos tremendamente machistas. ¿Cómo puede ser? Y los chicos también, por supuesto. Y Miguel.
Y todos, en algún momento hemos dicho ‘Guau, mira lo que tenía yo aquí y no me había dado ni cuenta’. Porque hemos sido educados en esta estructura y ahora el feminismo ya no va de ‘quiero la igualdad para la mujer y para el hombre’ simplemente, ahora va de hacer cada uno un análisis cuidadoso y riguroso de nosotros mismos para poder desactivar cosas que tenemos aprendidas como costumbres. Esa es la herida donde mete el dedo.
Hay que ser muy honesto para hacer ese análisis, ¿no?
Yo creo que sí, tremendamente. Cada día me doy más cuenta de que lo más honesto o la única tarea que tenemos como seres humanos es sanar y amar. Para mí son estas dos cosas. Constantemente.
Sanar las heridas que tenemos todos desde que nacemos e, incluso, antes por la genética que hemos podido heredar de todo lo que nos viene de atrás. Ir sanando todo lo que podamos y para eso tienes que tener un valor para poder mirar todo lo que hay en ti, pero la buena noticia de todo esto entre comillas es que si no quieres ser honesto no por no serlo te van a desaparecer las heridas o se van a curar bien, sino que van a seguir estando y vas a seguir padeciendo la mala cicatrización de las mismas.
Entonces creo que lo más beneficioso es ponerte delante del espejo y decir ‘vale, ha llegado el momento de intentar sanar y no de adquirir discursos aprendidos, abanderar guerras ideológicas o lingüísticas que nadie entiende’. Por favor, por qué no empezamos cada uno por nosotros mismos…
¿Cómo es tu personaje dentro de esta ficción?
Por las palabras que de ella ha transcrito Jordi yo encuentro que es una chica con un ímpetu de vida asombroso. Tiene 18 años, no hay que explicar más. Tiene un hálito de vida… Con ganas de disfrutar, con ganas de conocer, con ganas de conocer gente, conoció un montón de gente esa noche, no sólo a estos chicos… Era una chica en estado de expansión, que es lo que tiene que ser cualquier criatura con 18 años. Cuando tienes 18 no tienes tantas heridas y puedes estar ahí abierto al mundo.
Una mujer con muchas ganas de abrirse al mundo, de conocer, de experimentar… y también con una tremenda capacidad de reflexión moral, porque luego cuando sucede todo esto ella, al contrario que ellos, duda, duda incluso sobre el hecho de haber sido agredida cuando así lo sintió desde el primer momento.
En el momento en que ya entran los factores judiciales, de prensa… ella misma empieza a generar una autoreflexión o autocrítica sobre sí misma que luego cuando la analizas está totalmente basada en una estructura patriarcal de la culpa que tenemos las mujeres cuando nos pasa algo… Es una chica también tremendamente honesta porque en ningún momento inventa ninguna agresión, cuando le dicen, por ejemplo, si le metieron en el portal con fuerza, ella dice ‘no’…
La describiría como una mujer muy honesta, con un ímpetu de vida, un torrente y con una alta capacidad de justicia, con mucho sentido de la justicia.
Si le pido una frase del texto, la que más le remueva a usted, la más brutal…, con cuál se quedaría.
“Tengo 20 años, me queda mucho”.
¿Qué cree que cambia en el ánimo del espectador saber cuando nos sentamos en el patio de butacas que los personajes que vamos a ver no son ficción, sino que han sido de verdad reales?
Absolutamente. Lo primero es que creo que genera mucha resistencia ir a ver la obra porque se necesita mucha honestidad para analizar cada uno todo, y a la gente hay veces que no le apetece mucho meterse en ese mambo porque genera resistencia, porque genera dolor y como nos han educado así en que el dolor es malo, cuando es una maravilla porque gracias al dolor podemos salvarnos de tantas cosas…
No nos apetece entrar ahí, pero creo que una vez que se vence esa primera resistencia tiene que ver con un proceso de sanación, con la parte más griega del teatro, poner en pie, darle carne a un verbo que ha sucedido además para poder entender, pero no entender intelectualmente desde un artículo de prensa, sino entender desde la carne, es que lo cambia todo…
Cuando lo ves encarnado se te desalojan muchísimas dudas que tienen que ver con lo racional, con lo intelectual… que muchas veces son trampas que nos hace el coco para protegernos de cosas que no queremos ver. Verlo encarnado en personas, aunque no sean las de esa chica y esos chicos, pero con la particularidad de una voz, de un ser humano, lo cambia todo. Y saber encima que eso ha sido un hecho concreto y real es muy poderoso, creo que “Jauría” es una tremenda oportunidad de sanación colectiva, de verdad.
Yo animaría al espectador a venir, aparte de porque es un gran show, porque es una espectacular oportunidad de sanación colectiva de algo que a todos nos toca, no es estos cinco chicos que hicieron esto, no es el caso particular de ‘La manada’ en Pamplona, es las cosas a desactivar en todos nosotros.
Si le digo David Serrano, me dice…
Hiperactivo.
Miguel del Arco…
Cabeza.
El Pavón Teatro Kamikaze…
Riesgo.
De sus compañeros de montaje nos diría…
Luz.
Si le digo Adrián Lastra, me dice…
Corazón.
Estos días de ensayos de “Jauría” le habría encantado tomarse un café con…
Rita Segato.
El teatro es (o debería ser)…
Un espacio de sanación colectivo.