Revista teatros

 “¡Qué pena que no sea yo la novia, Dionisio!”. “¡Paula! ¡Yo no me quiero casar! ¡Vámonos juntos a Chicago!”. Son las últimas frases que intercambian Dionisio y Paula justo antes de que Don Rosario haga aparición en la habitación para llevarse al novio mientras jalea: “¡Viva el amor y las flores, capullito de azucena!”. Los actores Pablo Gómez-Pando –“Inocentes”, “El Buscón”, “Hamlet”, “Tebas Land”, “Servir y proteger”, etc.– y Laia Manzanares – “Merlí”, “Hache”, “El Reino”, finalista al Max a mejor actriz protagonista por “Temps Salvatge”...– son los encargados de dar vida a los disparatados y peculiares personajes de Mihura. Charlamos con ellos.

Antes de meterse en este proyecto, pongamos hace un par de años, ¿qué referencias tenían de “Tres sombreros de copa”? ¿Conocían la obra, la habían leído?

Yo había leído la obra en la escuela de Arte Dramático. Recuerdo que me pareció muy divertida y me fascinaban las referencias al mundo del circo, teatro y music hall. Yo que estudiaba para ser actor quería entrar de lleno en ese mundo.

Y ahora que están metidos de lleno en ella, ¿qué nos dirían de esta obra, qué destacarían de ella, qué tiene de especial?

Me parece que lo que la hace especial es que es una obra muy compasiva, llena de ternura y amor. Muestra, con mucha comprensión, las sombras y las luces del ser humano.

Es una obra con elementos del teatro del absurdo, con personajes y diálogos disparatados, ¿pero qué se esconde detrás? ¿Qué temas trata, a qué nos enfrenta? ¿Algún atisbo de crítica o mero divertimento?

Precisamente una de las cosas que más me interesan de la pieza es la crítica a la educación burguesa, a los prejuicios que atan la existencia. Creo que hay un anhelo por conseguir una mirada más limpia y más sencilla de la vida.

 Ustedes que son jóvenes, ¿creen que el humor de Mihura conecta con la gente de este 2019?

Por supuesto. Creo que Mihura desarrolla una manera de hacer humor que continúa hasta hoy día.

Mihura dijo en los años 30 del siglo XX que nadie entendió entonces la obra, tampoco tuvo mucha suerte cuando se estrenó en 1952. ¿Qué hay que entender para disfrutarla?

Creo que lo que hay entender es que hay que cultivar el humor. Hay que reírse más de las miserias y de las bondades de uno mismo.

¿Qué les atrajo a ustedes de este proyecto, por qué decidieron participar en él?

Me atrajeron la ternura y el humor del texto y que fuese dirigido por Natalia.

Háblenos de su personaje.

Dionisio es un chico que va a pasar solo, en el cuarto de un hotel, la noche antes de su boda. Él vive en un mundo muy estructurado, con una vida programada de antemano, pero esa noche descubre que existe otro mundo y otra manera de ver la vida.

Si les pido una frase que su personaje diga en escena, ¿con cuál se quedarían? (No sé, la más surrealista, la más divertida o la primera que se les venga a la cabeza…)

“Si, me caso. Pero poco.”

¿Cómo es trabajar con Natalia Menéndez, cómo es como directora?

A mi ella me transmite un entusiasmo, un respeto y un amor por la profesión muy profundo. Trabaja con un cariño muy grande hacia todo el equipo. Es un placer trabajar con ella porque sabes que te va a cuidar. Este proceso, en particular, esta siendo muy divertido porque jugamos con la parte más absurda de cada uno.

¿Por qué deberíamos ir a ver “Tres sombreros de copa” al Teatro María Guerrero?

Porque es una obra que conjuga al mismo tiempo una comicidad hilarante y una profunda crítica social.

 Aparte de este trabajo, ¿en qué otros proyectos vamos a poder verlos próximamente?

Acabo de terminar de rodar con Paco Cabezas en su última película “Adiós” y sigo trabajando con mi compañía, Los Números Imaginarios, en “Hijos de Grecia” y “Lear (Desaparecer)”.