Publicado el 01 de Junio de 2018
Entrevista a Xavier Alberti por Islandia
Obra: Islandia
La obra plantea una montaña rusa de sensaciones con el peso del fracaso y la imposibilidad para construir nuevos horizontes de futuro
La crisis bancaria llevará a un adolescente de 15 años a emprender un peregrinaje iniciático hacia Nueva York en búsqueda de su madre. En el camino, irá conociendo diversas realidades que le harán partícipe de la profunda depresión que está conduciendo al mundo a una ruina inevitable. Llüisa Cunillé firma la dramaturgia de esta propuesta escénica interpretada por Lurdes Barba, Joan Anguera, Paula Blanco, Joan Carreras, Oriol Genís, Áurea Márquez, Jordi Oriol, Albert Pérez, Albert Prat y Abel Rodríguez. Charlamos con el premiadísimo director de una pieza capaz de diseccionar, con suma lucidez, este circo grotesco que deslumbra nuestra sociedad.
¿Qué temas y sensaciones se respiran en esta obra de Lluïsa Cunillé?
La obra plantea una montaña rusa de sensaciones que tienen todas en común el peso del fracaso y la imposibilidad de convertirse en actitudes fructíferas para construir nuevos horizontes de futuro. Este apocalipsis continuo, incapaz de ofrecer perspectivas de futuro, se encuentra en diálogo constante con la juventud del protagonista, un chico que sueña con ser cantante de ópera y que, desde su perplejidad ante las heridas de la sociedad enferma, se convierte en adalid de la necesaria regeneración que debe suceder a todo apocalipsis.
¿Qué es “Islandia” y cuál la historia que traslada?
“Islandia” es el viaje de un adolescente islandés al corazón de las tinieblas de la crisis de una sociedad secuestrada por la especulación económica. En una sucesión de encuentros variopintos –y a su vez enormemente represen-tativos de las numerosas víctimas humanas producidas por la crisis–, el chico irá descu-briendo sobre qué pies de barro se susten-tan las falsas libertades de un sistema de pensamiento en que el ‘valor’ y los ‘valores’ han quedado reducidos a su estricta monetarización.
¿Qué personajes del original vamos a ver en escena?
Se incluyen pensionistas arruinados que se ven forzados a vender todas sus pertenencias en la calle para sobrevivir, trabajadores de banco despedidos tras el colapso bancario, camareras sin estudios de bares de lujo que se han quedado sin clientes, médicos con pacientes terminales víctimas de la co-dicia o del abandono, inventores con proyec-tos idealistas encerrados en cajas de madera que se dedican a charlar con los viajeros de los trenes, guardianes de perreras que viven mucho peor que los animales que custo-dian, vendedores ambulantes que ganan y pierden sus licencias al póquer, antiguos bró-keres expulsados por el sistema tras haber colaborado con estafadores famosos... o ta-rotistas que buscan en las cartas la seguridad que son incapaces de encontrar en sí mis-mas y en su entorno.
Una de las escenas más llamativas de la pieza se produce…
En un momento de comunión humana extraordinario entre el chico y uno de los personajes más miserables con los que se encuentra. Sin saber muy bien qué decirse, en medio de la fría noche de un barrio cono-cido por sus marginalidades y peligro-sidades, los dos se acurrucan en un mismo espacio y, durante cuatro segundos, aparece la posibilidad del ‘encuentro’ humano que parecía imposible hasta entonces –y que se ve rápidamente amenazado por la presencia de un televisor, puesto que la violencia de la sociedad de la información parece extenderse hasta los momentos más íntimos de la experiencia humana–.
¿Con qué recursos escenográficos cuenta la puesta en escena?
La escenografía de la obra es un interior del metro de Nueva York, que se va reconstruyendo en función de los espacios por los que transita el protagonista, desde un solar abandonado en medio de Brooklyn hasta el mismo interior de una catedral, que en la conjunción entre la luz casi mística de los ventanales y las columnas del territorio subterráneo creo que ofrece una estampa profundamente conmovedora.
En definitiva, ¿por qué gran motivo recomienda al público madrileño asistir a este estreno en el CDN?
Porque resulta muy difícil encontrar obras contemporáneas que lleguen realmente –sin tapujos y sin estridencias sobreactuadas– al meollo de los males que nos afectan.