Revista teatros

 Galardonado con el XVIII Premio SGAE de Teatro 2009 a Mejor texto teatral, esta demoledora historia abre una ventana de par en par a los crímenes sin resolver de Ciudad Juárez –uno de los rincones más peligrosos del mundo–, claro ejemplo de la oscuridad que atenaza a los hombres. Dirigido por Carlota Ferrer y arropado en escena por Verónica Forqué, Conchi Albiñana, Carlos Beluga, Julia de Castro, David Picazo, Paula Ruiz, Jorge Suquet, José Luis Torrijo y Guillermo Weickert, charlamos con Cristóbal Suárez –“Misántropo”, “Veraneantes”, “Seis hermanas”–, principal altavoz de este retrato de dolor y memoria.

¿A dónde nos lleva este viaje?

A los rincones más oscuros e íntimos del ser humano. El contexto es Juárez y los ya mundialmente conocidos feminicidios, que no femicidios, ya que el primer término incluye la variable de impunidad que suele estar detrás de estos crímenes.

Ustedes abordan esta realidad atroz desde las tablas. ¿Cuál es el objetivo?

Buscar la belleza en la oscuridad. Nuestra historia está concebida para ser representada a miles de km de distancia del epicentro de la barbarie, con nuestra mirada contemporánea de europeos del siglo XXI, con el foco puesto en iluminar aquellas zonas en penumbra que nos recuerdan que somos más cómplices y culpables de lo que estamos dispuestos a admitir. Y recordar. Y aquí es donde el leitmotiv de esta temporada del Teatro Español –La memoria– resuena en nuestros ‘cuerpos perdidos’.

¿Quién y cómo es su rol en la pieza?

Mi personaje es Yo, un científico que, en el momento más álgido de su carrera, la vida se le tuerce y pierde el control. A partir de ese momento, estará obsesionado por la culpa, el castigo y el abandono. Yo va a intentar cada noche arrastrar en su caída a los espectadores para, de la manera más genuina y seria posible, compartir con ellos nuestras contradicciones e intentar entenderlas.

¿Qué otros personajes completan “Los cuerpos perdidos”?

Somos 10 intérpretes y 15 personajes en este conflicto donde se mezclan la inocencia (Rosa y Silvia Elena), la culpa-bilidad (Antonio Reyes), la impunidad (Juan Del Valle), la violencia (el judicial Marcelo López), el odio (la maestra Beatriz), la complicidad (mi amante), la piedad (la madre de Antonio Reyes) y la sumisión (Maikel).

La escena más impactante de la función se produce cuando…

El lenguaje escénico que Carlota Ferrer despliega a través de las coreografías, la música en directo, la superposición de planos, la mezcla de simbología, hace que muchos momentos de la función sean impactantes. Pero, lógicamente, estamos hablando de crímenes cometidos contra mujeres, mujeres principalmente muy jóvenes, así que, probablemente, los momentos más perturbadores y que más van a sugestionar los sentidos del espectador estarán protagonizados por ellas.

Una frase demoledora de su texto:

“Para que algunos cuerpos disfruten, otros han de desaparecer”.

Esta historia se caracteriza por su crudeza y violencia pero, además, está contada con un sentido del humor tenebroso. ¿Algún ejemplo?

Es verdad que el humor está presente a lo largo de la función, pero creo que funciona por contraste y es lo que lo convierte en perverso y perturbador. De hecho, hay un personaje que se comunica con el público como si fuera una estrella de Stand-up comedy.

La pieza nos recuerda la peligrosidad que entrañan determinados viajes. ¿Ha vivido usted alguna situación ‘inquietante’ estando de viaje por algún país como México o similar?

Casualmente estuve en Ciudad Juárez en un festival de teatro en 2003 y, aunque no tuve ningún problema, sí que entendí rápidamente que me encontraba en un lugar –y el entorno se encarga de recordártelo permanentemente– fronterizo en el más amplio sentido de la palabra. Aunque no lo veías, sabías que allí los cárteles extienden su influencia por todos los estratos de la sociedad.

¿Qué hace de esta propuesta algo imprescindible?

El montaje de Carlota Ferrer, que es una creadora con un lenguaje propio y exquisito y un talento extraordinario. La escritura de José Manuel Mora es también un aliciente, pues su texto está escrito con un grado de autenticidad e implicación innegable –él estuvo en Ciudad Juárez y allí nació el impulso de contar esta historia–. Una vez más, animaría al público a asistir para que no se rompa la cadena de la memoria, para luchar contra el olvido y la fuerza de la arena del desierto que se traga las huellas.

Aparte de “Los cuerpos perdidos”, ¿podemos verle actual o próximamente en algún otro proyecto, ya sea de cine, TV o teatro?

Estoy con la gira de “Esto no es la casa de Bernarda Alba” –dirigido por Carlota Ferrer también– y sigo muy unido la teatro Kamikaze, donde en mayo estrenaremos la segunda parte de “Las crónicas de Peter San Chidrián: el viaje”. En televisión, he tenido la enorme suerte de participar en una serie dirigida por David Serrano y Victor García León, “Vota Juan”, protagonizada por Javier Cámara para la cadena TNT. Además, junto a mi mujer Verónica Pérez tenemos un proyecto educativo, ‘Ventrículo Veloz’, que lleva teatro a los institutos, teatro escrito para adolescentes con temas como el acoso escolar, los trastornos de la alimentación y la identidad de género y con el que ya hemos conseguido llegar a muchísimos jóvenes en los últimos tres años.