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Entrevista a Claudio Tolcachir por Las guerras de nuestros antepasados

Publicado el 30 de Abril de 2024

Entrevista a Claudio Tolcachir por Las guerras de nuestros antepasados

Obra: Las guerras de nuestros antepasados - Teatro Bellas Artes

 La violencia renace en cada rincón del mundo. Este es un texto muy actual y muy necesario

 “Estoy fascinado como nunca en mi carrera teatral”. ¡Y no debe ser fácil impresionar a Carmelo Gómez! “Es una revolución que se instala en tu corazón”, apostilla Miguel Hermoso. Con sus frases “Probémoslo” y “¡Qué bello fue eso!” por bandera, Claudio Tolcachir, uno de los directores con más luz de las artes escénicas, en Argentina y en nuestro país, se ha propuesto mirar por los ojos de quien antes nos enseñó a mirar de otro modo y a fijar nuestras pupilas en los indefensos, Miguel Delibes. Charlamos con el director de este brutal montaje que vuelve a Madrid con dos actores colosales.  Por VANESSA RAMIRO

¿Cómo conoce Claudio Tolcachir a Miguel Delibes? ¿Cómo es ese primer encuentro? ¿Lo recuerda?

Yo lo conocía desde Argentina casi como estudiante por leer sus novelas y porque es un autor muy famoso también por esas orillas, pero no había visto ninguna representación. Otra cosa que también lo hace muy famoso en Latinoamérica son las adaptaciones de sus películas y series sobre sus novelas, y la verdad que todo eso llegó a Argentina ya cuando yo era muy pequeño.


¿Qué nos contaría de “Las guerras de nuestros antepasados”

Qué contaría de las guerras…

Es una adaptación teatral de Eduardo Galán sobre la novela de Miguel Delibes. Es un texto potente muy interesante para dirigir, y muy estimulante para los actores meterse en el universo que provoca la obra. En la cabeza de estos personajes en la indagación que propone el texto sobre quién es Pacífico Pérez, cómo se crio, qué paso en su vida para llegar a hacer lo que hace…

Creo que esa indagación que el doctor, interpretado por Miguel Hermoso, casi obsesivamente empieza a buscar y a rondar y a escrutar, creo que es la misma curiosidad que genera en le espectador. Y, en definitiva, esta obra permite hacer una pregunta que es, cómo llegamos a la violencia, cómo se construye la violencia. Seguramente es un texto actual y muy necesario.


En la obra, solo dos hombres. ¿Quiénes y cómo son Pacífico Pérez y el Doctor Burgueño.

El personaje del doctor que interpreta Miguel Hermoso es un psicoanalista que trabaja en una cárcel y conoce a un recluso que le llama la atención por sus características, sobre todo porque hay algo de esas características que no le encaja. Está acusado por dos asesinatos y el observa que es un hombre extremadamente pacifico, tímido, retraído y algo le dice que oculta más de lo que muestra.

Entonces este personaje, a medida que va indagando, descubre que Pacífico es también víctima de sus circunstancias y que está salvando a otra gente, esto hace que en el transcurso de la obra el personaje pase de la curiosidad a un compromiso, a involucrarse en la historia del otro de una manera muy personal.

El personaje de Pacífico Pérez es imposible de resumir, porque de eso se trata la obra. Si yo lo definiera lo estaría limitando, es un personaje de campo, hijo del campo, hijo de familias históricamente guerreras, violentas, que habiendo nacido extremadamente sensible, conectado con la naturaleza, con el amor, el deseo, una especie de mandato de violencia familiar termina colocándolo en la presión y despertando todas estas preguntas.

Pero la obra justamente se trata de un viaje muy bello y complejo por su vida, por su cabeza, por sus secretos, por sus equivocaciones también. Por las estructuras que el mismo construyó para sobrevivir y uno ve en el fondo que hay mucho más, que es lo bello del personaje. 

Y de la maravillosa interpretación de Carmelo Gómez, que siempre hay mucho más, siempre hay otras cosas que no se están diciendo, como en todos nosotros, que muchas veces no accedemos a las razones que nos hacen ser como somos, a través de otros podemos asomarnos. Pero también asomarnos a la verdad de esas razones, es aterrador. 


“Pacífico empezó creyendo en la no violencia y acabó convencido de que eliminar a un semejante con la navajilla de abrir piñones era un acto normal”. ¡Qué duro, ¿no?! Pero nos sigue pasando...

Bueno, no sé si coincido con la afirmación que plantea la pregunta, creo que él no se declaraba pacifista porque no era consciente de esa ideología y tampoco es que se juzgue a sí mismo por haber matado.

Hay algo donde, justamente son preguntas que plantea la obra y que precisamente sería un error garrafal nuestro intentar explicarlas antes de que el público las vea porque nuestra intención es que la conversación que continue después de la obra tenga que ver con esto, ¿Qué paso? ¿Por qué este hombre si no se declaraba pacifista por lo menos si le dolía el dolor ajeno y empatizaba con los animales, y empatizaba con la naturaleza? ¿Cómo un ser tan sensible puede transformarse? Y creo que las respuestas de eso, lo más valioso es que las pueda dar el público, seguramente están en la sociedad, en la familia, están en la cultura y tantas cosas más que van sucediéndole a Pacífico y a todos nosotros para normalizar lo que al principio nos resulta insoportable. 

Fíjese que hay semanas en las que las guerras que tenemos aquí al lado nos aterran, nos conmueven, no nos dejan dormir y unas semanas después podemos preocuparnos por otros temas mucho más livianos y coyunturales y esas guerras las dejamos a parte como si ya no fueran parte de nuestra realidad. La normalización del horror y de lo imposible parece ser un ejercicio de nuestra sociedad.


La novela se publicó en 1975 y la obra comenzó a representarse en 1989. ¿Qué tienen que decirnos Delibes y Pacífico Pérez a los espectadores de hoy? 

Lamentablemente creo que ahí tiene mucho para decirnos porque el mundo se prepara para nuevas guerras más allá de ese hecho coyuntural, la violencia renace en cada rincón del mundo sobre todo en los prejuicios, el desprecio por la vida humana, la anestesia que vamos sufriendo como sociedad frente al dolor ajeno, hace que nos de lo mismo y que la competencia, como dice Pacífico, y hacer desaparecer al diferente se vuelva una forma de vida y también creo que tiene mucho que ver con la crianza, con los lugares que les damos a nuestros hijos. La posibilidad de que cada uno pueda ser único y particular, y no forzarlo a tener un esquema cultural, religioso, ciudadano único inmutable y permitirle que cada uno pueda llegar a ser como es. Pero evidentemente eso asusta mucho a algunas personas, asusta que haya elección sexual, elección ideológica, hasta a veces les asusta a algunas personas la elección de la ropa del otro, y en eso pareciera ser que, en vez de una evolución, estamos viviendo un tristísimo retroceso. 


“Cada hombre tiene su guerra, lo mismo que tiene una mujer”, dice Pacífico Pérez. ¿Cuál es la nuestra?

Cada hombre tiene su guerra, dice está muy bien… esto es lo que él cree, lo cual no quiere decir que sea verdad. El lo dice y se refiere a la literalidad de la guerra, cada generación tuvo su guerra y a él más tarde o más temprano le va a tocar la suya, como si la guerra fuera una especie de marca, heroica, en esta generación destruimos a tales, en esta otra generación destruimos a los otros. Nuestra guerra, la personal de cada uno, creo que es otra pregunta interesante que lanza el autor, para el espectador, cual es su propia guerra, la literal y la personal. 

Sin duda, si yo siento que hay que ponerse de pie en un lugar es tratar por de luchar contra la deshumanización de la sociedad, creo que eso es lo que más nos está lastimando y lo más peligroso en un futuro, lo que más violencia puede generar,  que la sociedad deje afuera a parte de sus integrantes y esos integrantes que se ven excluidos, expulsados, ignorados, solo van a poder responder con violencia aunque sea simplemente para llamar la atención de sus existencia, y creo que tratar de humanizarnos, es nuestra guerra.


Para quienes no hayan visto la obra, ¿cómo ha sido el trabajo de Claudio Tolcachir, dónde ha querido poner el acento de la propuesta?

Bueno, mi trabajo también teniendo en cuenta que era una obra que ya se había hecho y se había visto y por gusto personal, lo primero era sacar la obra del espacio real del consultorio del doctor y hacer que la obra se desarrollara en un espacio más abstracto como en una especie de espacio mental, donde los cuerpos. Dentro de ese diseño espacial, también tienen un juego de encierros de laberintos de pasillos, de puentes de encuentros, y de nuevos encierros, entonces la evolución del espacio esta atada o dialoga también con los distintos momentos de mayor intimidad, de mayor tensión, de mayor distancia, de juego de las alturas, así que el diseño espacial que pertenece a Mónica Boromello tiene que ver mucho con ayudar a contar los distintos momentos por los que va pasando el vínculo de los personajes y sobre todo los rincones ocultos, las fichas que va moviendo el personaje de Pacífico Pérez. Es muy importante en esto la iluminación de Juan Gómez- Cornejo, el vestuario, el sonido todo eso hace que uno vaya entrando de a poco dentro de la mente del personaje. 

El otro trabajo tenía que ver con tratar de darle la envergadura más amplia posible al carácter de los personajes, no simplificarlos, no volverlos accesibles o fáciles de dilucidar sino al contrario, tratar de componer personajes complejos, contradictorios, misteriosos, que uno siempre percibe que hay algo más que no se está diciendo, así como también el compromiso personal del doctor dentro de la historia, la humanidad, toda la humanidad que se pueda volcar dentro de un escenario, esa es tarea del director, que por supuesto cuando el equipo artístico es de semejante nivel y los actores son de semejante talento, todo se vuelve mucho más fácil. 


Carmelo Gómez y Miguel Hermoso solo tienen palabras bellas para usted. ¿Cómo ha sido trabajar con estos dos actores?

Carmelo Gómez y Miguel Hermoso, mis compañeros de ruta junto con María Garcia de Oteyza, la asistente de dirección que siempre es fundamental en todo proceso. La asistente de dirección es un miembro insustituible en el trabajo.

Miguel es un actor extremadamente detallista, obsesivo, trabajador, y eso es muy conmovedor porque él está en cada detalle, se anota cada observación y trabaja y trae ese trabajo y creo que esta haciendo una labor muy bella porque él en realidad es la mirada del espectador, es él, el que habilita la posibilidad de que el espectador entre en la historia. Es su sensibilidad, su astucia, su empatía, su filosa tarea de meterse dentro de la mente del otro personaje. Y fue muy hermoso, hacía tiempo que queríamos trabajar juntos y por fin esta obra nos juntó. 

Carmelo Gómez obviamente era uno esos monstruos sagrados que yo quería conocer en este mundo, poder trabajar con él. Tuve la suerte en mi vida de conocer a muchos, de trabajar con muchos de esos, y Carmelo era una cuenta que yo no quería perderme. Es un actor de una profundidad, de una delicadeza, de un buen gusto en el trabajo, meticuloso, riguroso, de una conciencia muy grande de la completitud del trabajo y creo que le otorga al personaje una escala humana muy difícil de igualar. Es un actor que le escapa a las convenciones, a los facilismos, a los efectos y construye tejiendo pensamientos, tejiendo emociones, tejiendo imágenes y las entrega no solo en cada función, las ha entregado en cada ensayo, aunque estuviera yo solito sentado frente a ellos, yo pude asistir a verdaderas revelaciones muy bellas.

Y el encuentro de los dos fue justamente muy hermosos porque son muy distintos y esto le hacía muy bien a la obra. Porque el texto en sí es el encuentro de dos mundos diversos intentando encontrarse, así que ese trabajo que sucede en la obra se producía en los ensayos y era muy interesante. 


En septiembre lo vimos en La Abadía, retomando su faceta de actor. ¿En qué más anda ahora Claudio Tolcachir?

Por suerte sigo con la gira de Rabia que es un trabajo que me da muchísima alegría, un trabajo que amo profundamente y que llevó muchísimo trabajo, estuvimos en Buenos Aires haciendo temporada y ahora estamos girando por España.

Mi próximo trabajo es una dirección en Italia de un texto unipersonal que se llama Ana Capelli que voy a dirigir en Nápoles.

Luego estoy en proceso de escritura de una obra nueva para el CDN en enero y viendo materiales porque, por suerte hay muchos actores maravillosos con los que tenemos ganas de trabajar juntos y es uno de los regalos más hermosos de esta profesión, los compañeros que me permite conocer. Casi te digo que es la razón por la que me meto o me involucro en un proyecto, ante todo es saber con quién, con quién va a ser y la oportunidad que me va a dar ese proyecto de conocer a determinados artistas. 

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