Revista teatros

 No escribieron libros ni realizaron pinturas ni se erigieron como símbolo de determinada feminidad. Las mujeres que esta pieza alza en escena son mujeres anónimas, mujeres que están en cada una de nosotras. Mujeres que pertenecen a generaciones y generaciones de maltrato y sumisión en todas las culturas y en todos los estamentos sociales por la tiranía heteropatriarcal. Psicóloga, actriz, dramaturga y directora, charlamos con la creadora de esta fascinante pieza teatral dispuesta a plantear una gran verdad que nos hará libres. Por ANY POP. Foto: MAIA ALCIRE

¿Qué propone “Las olvidadas” y de qué manera lo hace en escena?

Propone un viaje por el sentido de la memoria, la consciencia y la existencia a través de las mujeres. Dos mujeres se encuentran repentinamente en una especie de limbo. No recuerdan quiénes son, cómo han llegado allí ni qué tienen que hacer. Progresivamente irán tejiendo recuerdos sobre las existencias que han vivido como mujeres en un mundo gobernado por la tiranía heteropatriarcal, sea cual sea el lugar de procedencia, la raza, la fe, la clase o el tiempo. Antes de acceder a la próxima vida, decidirán romper con la cadena de repetición estableciendo una mirada colectiva.

¿Cómo surgió esta idea de dramaturgia y qué la empujó a desarrollarla?

La obra está dentro de la trilogía “El vacío de la parcela olvidada”. La primera parte es “Llenando el vacío”, la segunda “Nuestra parcela” y la tercera “Las olvidadas”. Estas tres creaciones nacen de la necesidad de entender alguna cosa sobre nuestra existencia y ponen el foco especialmente en cómo hemos creado las personas dogmas, dioses, leyes, lenguaje y normas y los hemos elevado a verdades universales. En todas las piezas se encuentran repentinamente dos mujeres en un cuadrado sin ningún tipo de información sobre su funcionamiento. Necesitaba que la tercera pieza hablara específicamente de las mujeres, porque somos el colectivo eternamente torturado por la tiranía del machismo. Así que quise acercarme al sentido de la existencia a través de la memoria de las mujeres que hemos sido para aportar luz a las que somos y a las que vendrán.

Algunos ejemplos de grandes olvidadas de nuestra historia que conoceremos en la pieza:

Las mujeres de los conflictos bélicos. Siempre se habla de los hombres guerreros y de las mujeres como causantes del conflicto por amor y posesión, nunca de las que también lucharon o vivieron las consecuencias. Las mujeres clausuradas y dominadas por religiones o dogmas que las sitúan al servicio del hombre. Las amas de casa sean de clase alta, media o baja que han hecho lo que se esperaba socialmente de ellas, girando alrededor del proyecto de un hombre. Las mujeres que se han sumado a la tiranía del capitalismo salvaje, endémicamente machista, que nos vendía libertad y se han destrozado la vida por el camino. Las mujeres que ejercen la prostitución y son requeridas a prácticas de dominación y vejación por hombres. Las abuelas y mujeres mayores que socialmente no se les concede interés alguno.

¿Por qué se han callado las voces de estas mujeres a lo largo de los siglos?

Porque se ha puesto siempre en el centro al hombre. Porque ha habido una única constante en la que la humanidad se ha puesto de acuerdo y es que las mujeres tienen que estar al servicio del hombre y estar por debajo de este. Esta construcción se ha elevado a verdad absoluta y, por eso mismo, la voz, el pensamiento y la mirada de la mujer está en un lugar menor.

¿Qué papeles tienen en escena las dos actrices de la pieza, Leidy Gómez y Carolina Sobisch?

Las dos magníficas actrices tienen el papel protagonista de la obra. Son sus cuerpos, sus voces y su alma las que hacen avanzar toda la pieza. La obra es 90% ellas y el texto. Esto es común en las obras de la trilogía y responde a la conclusión general de las tres piezas: sólo nos tenemos las unas a las otras. Todo va a depender de las relaciones que establezcamos las personas con las que nos ha tocado compartir este trozo de existencia.

Para usted, uno de los grandes momentos de la función se produce…

Hace tiempo me explicaron que las mujeres nacemos con todos los óvulos que vamos a tener a lo largo de la vida. No fabricamos más. Eso me hizo darme cuenta de que una mitad de mí había estado en el cuerpo de mi abuela cuando ella estaba embarazada de mi madre. Esta imagen me hizo dar sentido más que nunca a las muñecas rusas y a la idea de que todas nos tenemos las unas a las otras dentro. Que nos llevamos, que nos acompañamos y que solo necesitamos recordarlo. Este, que fue uno de los motores de la obra, es mi momento favorito de la pieza, el más emocionante.